En aquel momento se abrió la puerta de la casa, y entraron Felix, Safie y Agatha. ¿Quién puede describir el horror y el asombro que sintieron al verme? Agatha se desmayó, y Safie, incapaz de ocuparse de su amiga, huyó de la casa corriendo. Felix se adelantó rápidamente y con una fuerza sobrenatural me apartó de su padre, a cuyas rodillas yo me había aferrado. En un arrebato de furia, me arrojó al suelo y me golpeó violentamente con un palo. Vi que estaba a punto de golpearme de nuevo cuando, sobreponiéndome al dolor y a la angustia, huí de la casa y, en medio de la confusión, escapé sin que me vieran y me oculté en el cobertizo.