El Zen no es una religión, no es un dogma, no es un credo. El Zen ni siquiera es una búsqueda, una indagación; es no-filosófico. El fundamento del planteamiento Zen estriba en que todo es tal como debe ser, no falta nada. En este mismo momento todo es perfecto. El Zen es como un telegrama. Cree en lo más esencial. No permite tonterías a su alrededor, ni rituales, ni cantos, ni mantras, ni escrituras, tan sólo pequeñas anécdotas. Si tienes la conciencia adecuada, te impactarán directamente en el corazón. En una enseñanza muy condensada y cristalizada; pero hace falta que la persona esté preparada para ella. Y la única preparación posible es la conciencia meditativa. Los propios libros de Zen son muy fragmentarios. Son telegramas: urgentes, inmediatos, no dan ninguna explicación; simplemente te dan la pura esencia, el perfume de mil flores. Tienes que estar suficientemente alerta y meditativo para absorberlos.