El narrador viaja a la infancia que vivió en Mantua, un bosque cercano a Washington, D.C. Crónica de recuerdos que alimentó la lenta recuperación de la memoria de su madre; May empieza a recordar palabras que son nombres, el orden de las cosas, el desorden al azar... los árboles de un bosque. La infancia del narrador es el andar para recuperar el pasado de su madre y la novela entreteje esos fragmentos como quien va hilando sílabas sobre la nieve de páginas en blanco. Jorge F. Hernández recrea los primeros tres lustros de su biografía bilingüe en medio de un bosque que ha permanecido intacto en una memoria compartida y en donde el lector queda en suspenso ante el terrible enigma del Mal, de la peor cara de la utopía norteamericana, que se alivia con los afectos que duran para siempre... y que no merecen quedar en el olvido.