Con su argumentación anticonformista y a veces desconcertante, Hannah Arendt pone en práctica de manera ejemplar el auténtico ejercicio de la ciudadanía democrática. Incluso frente a los temas más incómodos y espinosos ofrece incondicionalmente el propio juicio con el propósito de provocar la reacción de la opinión pública y suscitar la discusión. Sólo hoy pueden apreciarse plenamente los aciertos de su opción de pensar rigurosamente por cuenta propia, fiándose sólo de la lógica que le impone la percepción de la realidad política y social.