En este libro el autor examina desde una nueva óptica la compleja relación entre los sistemas constitucionales y la democracia. Sostiene que, bajo esta forma de gobierno, las constituciones están sometidas a la exigencia de producir nuevas reglas que hagan posible no solamente la regulación de los regímenes políticos o los cambios dentro de ellos, sino las transformaciones de estos sistemas para evolucionar hacia nuevas formas y exigencias democráticas. Desde esta perspectiva, el libro ofrece un estudio del desarrollo constitucional de México a partir de 1917, cuando, después de la revolución, se promulga una nueva constitución y, entre 1928 y 1933, esta experimenta una refundación a manos del bloque autoritario triunfante. Mediante esta reforma se instituyen las bases del autoritarismo en el presidencialismo de partido hegemónico. A continuación, se expone un estudio de la democratización del sistema político entre 1996 y 2006. En él se sostiene que el desarrollo político mexicano no ha sido gradual, sino que ha caminado en ciclos bajo sucesivos paradigmas políticos que han dado lugar, respectivamente, a equilibrios diferentes. La comparación entre ambas etapas de desarrollo se realiza bajo la hipótesis de que el principal problema político del México contemporáneo es la irresoluble contradicción entre un régimen de gobierno creado en la primera etapa estudiada y una democratización política que se basa casi exclusivamente en la materia electoral y que dejó incólume el régimen de gobierno. La única salida democrática que el autor considera viable y que desarrolla en la parte final del libro es la transformación de las reglas constitucionales del régimen impuestas en la etapa autoritaria de presidencialismo hegemónico. Si no se da esta vía, la democracia mexicana está condenada a involucionar y apartarse de las sociedades que han optado sólidamente por conformarse como democracias constitucionales.