Cuando Bailey conoce a Ethan, un niño de ocho años, enseguida descubre cuál es la razón de su vida: jugar con ese niño, explorar la granja durante los veranos y dejar los platos de comida de Ethan completamente limpios (aunque solo cuando su madre no lo está vigilando). Pero Bailey pronto aprenderá que la vida no siempre es tan sencilla, y que algunas veces suceden cosas malas; es cuando se dará cuenta de que lo más importante es proteger al niño al que adora.