Con apenas treinta y tres años, Ramón López Velarde (1888-1921) murió de neumonía luego de una caminata nocturna por las calles de la Ciudad de México. Con él se cierra una etapa de la poesía mexicana que encuentra su esplendor en los cruentos años revolucionarios. No es posible saber si en el futuro se le seguirá leyendo. Eso lo dirá la posteridad, que se construye con lecturas y relecturas, y con libros como Ramón López Velarde. La lumbre inmóvil, en el que dos poetas conversan. ¿De qué hablan? De poesía, por supuesto. Desde la eternidad literaria nos dicen: «Aquí estuvimos, / reemplazando a los muertos, / y seguiremos / en la carne y la sangre / de los que lleguen».
En Ramón López Velarde. La lumbre inmóvil ?selección y epílogo de Marco Antonio Campos?, José Emilio Pacheco realiza una lectura de la obra del autor de «La suave Patria», una disección única de su quehacer poético.