El 28 de julio de 1914 Alfie Summerfield cumplía cinco años. Ese mismo día estallaba la Primera Guerra Mundial.
Han pasado cuatro años, y Alfie conoce todos los sinsabores de esta guerra interminable: vecinos que desaparecen, la tristeza y el cansancio reflejados en el rostro de su madre, los periódicos dando cuenta diaria de los fallecidos en la contienda y, sobre todo, la angustia, la terrible angustia por no tener noticias de su padre. Al principio, llegaban animadas cartas desde el frente; con el tiempo, fueron volviéndose sombrías y torturadas. Desde hace un año y medio, ni una sola línea.
Por eso el día que Alfie descubra de una forma absolutamente casual dónde está su padre, decidirá ir a buscarlo, cueste lo que cueste.