Alguna vez tuve la empresa (yo era el jefe y tenía un solo empleado) dedicada únicamente a publicar una revista literaria. Una de las cosas que hacía con frecuencia era llenar cartas poder. En ese entonces salía a comprarlas a la papelería. Hasta que un día se me ocurrió capturarla en mi computadora y, cuando fuera necesario, imprimirla. Hacia finales de 2007, en un momento de ocio, releí ese documento que casi todos firmamos sin entender cabalmente los términos legales que contiene ("excepciones dilatorias y perentorias", "almonedas", "asuntos interlocutorios y definitivos", etc.) y decidí componer un "poema" de "amor" con esas palabras como un juego solitario sin fines de publicación.