Cuando jugamos a que somos un superhéroe o una deportista, hacemos algo muy parecido al teatro: nos metemos en un personaje distinto a nosotos. Y si este juego nos gusta. Qué mejor que hacerlo con personajes verdaderamente raros, como el niño que se volvió rana, los viejos abusones que recibieron el susto de su vida o el oso que fabricó golosinas en plena selva.