No me había dado cuenta de lo tensa que estaba hasta que se fueron todos, Price, Charles Menlove y los detectives. Al aparecer ellos, era como si hubieran traído a Philly consigo. Los secretos de los que huía habían acabado por atraparme. Pero los detectives se habían ido ya y el mundo empezaba a ralentizarse. Sentí que los amplios espacios abiertos que rodeaban la granja también me envolvían. Mis problemas se sumieron en las sombras y la vida volvió a parecer sencilla. Sentí un alivio frío y dulce. Esa noche Thunder Basin no parecía una prisión, sino más bien una puerta abierta al final de un camino largo y doloroso, invitándome a acercarme. Era mi santuario.