Las fábulas ya clásicas de Augusto Monterroso han suscitado reacciones defensivas en más de un lector. He aquí dos ejemplos: “Los pequeños textos de {La Oveja negra y demás fábulas}, de Augusto Monterroso, en apariencia inofensivos, muerden y dejan cicatrices si uno se acerca a ellos sin la debida cautela y precisamente por eso son provechosos. Después de leer ‘El Mono que quería ser escritor satírico’, jamás volveré a ser el mismo” (lsaac Asimov); “Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad” (Gabriel García Márquez).