Un domingo de octubre de 2002, Kurt Wallander, agotado después de una intensa semana de trabajo, va a visitar la que podría ser la casa de sus sueños, en las afueras de Iliderup. Mientras deambula a solas por el jardín de la finca tropieza con algo semioculto entre la hierba: son los huesos de una mano. Cuando los técnicos cavan alrededor sale a la luz un cadáver que, según los forenses, lleva más de cincuenta años bajo tierra. Poco antes de Navidad, y pese a los recortes presupuestarios en la policía de Escania, el inspector Wallander, junto con sus colegas Martinsson y Lindman, investigará lo que parece ser un asesinato muy antiguo.