Un actor y una actriz de cine porno huyen de sus vidas pasadas en un Chrysler Imperial negro junto a la pequeña hija de la mujer, conduciendo bajo un sol inclemente, por carreteras siempre iguales y por paisajes inhóspitos. Cada uno de ellos narra esa huida hacia ninguna parte, pero es otra cuarta voz—la de un director de documentales fascinado por esta historia—la que comunica cuánto puede haber de esos tres personajes solitarios en cada persona. En esta magnética novela el pasado es un territorio nebuloso del cual no se puede escapar, y a pesar de que el viaje logra convertir los locales más impersonales—cafeterías, hoteles, lavanderías—en lugares particulares y llenos de sentido, el peso de lo vivido y de lo abandonado parece seguir condenando a los personajes a la sensación de ser intrusos en todas partes.
