Los cuentos de Elena Poniatowska se reúnen en estas Hojas de papel volando y al leerlos y releerlos compiten la risa con la calentura, la tristeza que causan los abandonos, las traiciones, las ilusiones perdidas, con los gozos del enamoramiento, con la ilusión de la esperanza, con el placer de lo que se aprende. Este libro es fiesta de las voces, de todas las voces: las populares que iluminan sabrosísimas la calle y los cuartos de azotea, pero también las cultas y las que se pretenden cultas en las cenas elegantes con presidentes y embajadores o en los museos. Pero sobre todo es fiesta porque la voz encontrada en la ciudad perdida dialoga con la reservada de la aristocracia en pena, la del purgatorio del ocio acomodado con la del infierno del subempleo. Este libro es fiesta también de la historia pues en él platican las voces del pasado con las del presente. En este libro hay mucho amor: a los cuadros y a la literatura, amor filial, amor sexual y ese amor suave que se llama amistad. Amor que es también una forma muy fina, muy detenida de seguir mirando. De no cerrar los ojos. Hay aquí también muerte y rabia y odio, pero todos vistos con los ojos valientes del amor. Elena Poniatowska es nuestra mayor valiente, lo demuestra siempre, cada vez, su ternura.