El rey de Dinamarca ha muerto, asesinado por su propio hermano. Es el deber de Hamlet, el príncipe, vengar a su padre y salvar al reino de la codicia del usurpador; pero su angustia lo paraliza, pues Hamlet percibe la futilidad de la vida humana. La duda lo atormenta y convierte su venganza en un descenso sin retorno hacia la demencia.