A partir de que la oposición ganó la elección local de 1997, las dificultades financieras de la capital del país iniciaron: la Ciudad de México fue asfixiada presupuestariamente por los sucesivos gobiernos federales, y los recursos que le eran asignados vía participaciones y transferencias disminuyeron dramáticamente, conduciendo al gobierno local a financiar sus gastos corrientes básicos, a través de un endeudamiento creciente.