El acto de crear un mundo es un acto revolucionario. Imaginar algo distinto, algo mejor o más interesante equivale a situar el mundo existente en un estado de cambio. Algunos de los mayores actos revolucionarios de nuestro tiempo se produjeron porque alguien tuvo el valor de imaginar algo nuevo. Si es cierto que la imaginación crea nuestra realidad, entonces podemos considerarnos alquimistas, seres capaces de transformar la sociedad y la cultura con nuestras palabras y nuestras ideas. Tenemos el poder de curar una cultura enferma con la “energía mágica” procedente de nuestra imaginación. Basta con documentar nuestras ideas para dar comienzo al proceso de cambio.