Con el estreno de El caballero de las espuelas de oro (1964), a su regreso del exilio, Alejandro Casona dictaba su postrera lección magistral sobre el teatro. La obra se asienta en el trasunto vital de Francisco de Quevedo, un español espejo en el que se miran muchos compatriotas, porque el gran poeta llevaría marcada en su conducta, en su altivez, en sus comportamientos, en las cárceles y destierros que padeciera por su enfrentamiento con el poder, los estigmas que caracterizan al mejor español, al senequista inmolado en bien de su patria. Por el contrario, en La llave del desván (1951), Casona hace una propuesta lírica para analizar los acontecimientos que los individuos se ven obligados a padecer, a vivir.