Los diccionarios son libros curiosos. Se trata de obras que no se leen de principio a fin, siguiendo el orden de sus páginas. Nunca se comienza por la primera página y se termina en la última. Uno nunca sabe por cuál de sus páginas empezará, ni a cuál lo llevarán las consultas subsecuentes. Si encontramos lo que buscamos da lo mismo comenzar en la 57 que en la 321. El diccionario se lee para consultar el significado de ciertas palabras, disipar alguna duda de ortografía, verificar alguna corazonada o comprobar la veracidad de un error intuido. Pero también se pueden hacer consultas por gusto, inventar juegos con sus contenidos, establecer cadenas que nos lleven de una palabra a otra... Un diccionario puede usarse tanto para labores escolares como para la vida cotidiana. Es más, puede decirse que un diccionario es como una cajita en la que guardamos parte de nosotros mismos, pues en buena medida la manera como hablamos y lo que decimos nos refleja ante los demás. En ese sentido, un diccionario nos ayuda a tener una imagen más clara de nosotros mismos, pero también nos ayuda a ver con más precisión el mundo que nos rodea. No en balde los habitantes de 20 países usamos el español como un instrumento de comunicación.
