«Lo cierto es que la felicidad no es como dicen, que sólo dura un instante y no se sabe que se tuvo sino cuando ya se acabó. La verdad es que dura mientras dure el amor, porque con amor hasta morirse es bueno».
A punto de cumplir veinticinco años de casada, Graciela se dirige a su marido, en realidad un maniquí, para expresarle su infelicidad, el declive de sus sentimientos y el desencanto de su matrimonio. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no puede confesarle que ya no lo ama, pues no soportaría aceptar que ha desperdiciado la vida a su lado. En este monólogo en un acto, Gabriel García Márquez reconstruye el retrato de una existencia compartida y la posibilidad casi inevitable de que el amor se convierta en desamor con el paso de los años. Una visión contundente y nostálgica de las relaciones humanas por la pluma más privilegiada de las letras universales.