Constitución de 1917 es la síntesis de nuestro devenir histórico, político, jurídico y social a partir de la guerra por alcanzar nuestra independencia. En ese documento se encuentra plasmado con claridad lo que México ha sido; las luchas, duras y fuertes, para ser lo que hoy es y lo que desea ser en el futuro inmediato, así como su proyecto como nación soberana y digna. Ahora bien, la Constitución no puede ser un conjunto de normas estáticas, inmutables e intransformables. Al contrario, es una norma que se modifica de acuerdo con los cambios de la realidad y con las aspiraciones y determinaciones del pueblo mexicano, es por ello que nuestra Constitución es la misma y, a la vez, muy diferente. Es la misma a pesar de las más de 350 reformas que ha tenido a partir de 1921, porque su construcción jurídica y política fundamentales, en su propia concepción, permanecen. Una de las razones por las cuales esta Constitución ha sido tan longeva, es por su capacidad para reformarse. Sin embargo, no justificamos muchas de dichas reformas porque algunas han sido innecesarias, negativas y muy miopes al no tener los alcances de miras que eran necesarios. Empero, con todos sus defectos, nuestra Constitución ha sabido amoldarse a los cambios de la realidad. Finalmente, el gran avance de esta insigne Constitución de 1917 es que, con sus logros y aciertos y, también, con sus debilidades y fallas, ha fortalecido el régimen democrático el cual era extraordinariamente débil e incipiente cuando ella fue promulgada. Hoy en día, estructura un sistema democrático que aún tiene que vitalizarse, pero que es, indudablemente un sistema democrático cuyo principal desafío se encuentra en alcanzar precisamente la tesis fundamental de la Constitución: la justicia social.