Hay en estos ensayos sobre la novela mucho de plática, mucho de travesura, mucho de confesión. Martín Solares convierte sus lecturas y convicciones en una especie de conversación literaria, donde la prosa refleja la ligereza, la velocidad, el poder de fascinación de las ficciones que aborda. Los temas clásicos: la primera y la última frase de las novelas, la invención (o el descubrimiento) de los personajes, los objetos que se comportan como seres vivos y las formas que los relatos literarios adoptan para dirigirse a los lectores surgen aquí con vigor, gracias al trato apasionado con las novelas de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Raymond Chandler, Roberto Bolaño, César Aira, Daniel Sada, Fernando del Paso, Horacio Castellanos Moya o Sergio Pitol. Pero también aparece su admiración, compartida por tantos pero pocas veces confesada, por esas herederas contemporáneas del placer puramente argumental de las grandes obras del siglo XIX: las series de televisión, de Twin Peaks a Dexter. Y en el centro de todo, su concentrada relectura de Rulfo, que regresa al misterio inagotable de Pedro Páramo como el gran reto al que se enfrentan sus poderes críticos y plásticos. Martín Solares, novelista, editor, tallerista, es aquí, sobre todo, un lector apasionado de narrativa. Y su emoción emociona. Dan ganas de ir a leer los libros que no conocemos, de releer los que gozamos desde la memoria y hasta de escribir una novela propia. Lo que habitualmente se dice y se pierde cuando dos escritores conversan sobre sus libros, en una cantina, en un taller o ante el primer manuscrito de una novela, aquí conserva toda su frescura, sus ritmos, su ingenio, e inaugura una página brillante del ensayo como género personalísimo, aquel que dibuja, entre todas sus figuras, la de su autor.