Cuando las sombras se cernían sobre el mundo, y el temor sobrecogía los corazones en un eco universal llamado incertidumbre, arrodillados todos por el Covid-19, que amenazante se propagaba, sin respetar fronteras ni hacer distinción de algún tipo, vimos paralizarse nuestros proyectos y todos los sueños fueron posponiéndose uno a uno. Ninguno de nuestra generación, y menos la de nuestros hijos, había siquiera imaginado vivir una experiencia como esta. Colombia, tan acostumbrada a la cotidianidad de la violencia, sintió que este tipo de muerte no le resultaba muy familiar.