Un libro subversivo, si realmente es tal, encuentra la manera de filtrarse entre la censura. La confección de las Cartas, publicadas en 1721, se cuidaba de ser una sátira velada de la sociedad francesa de su tiempo; al poner en boca de extranjeros todas las críticas a la organización política y social de la Francia ilustrada, Montesquieu evitaba la confrontación de aquellos que quisieran adjudicarle las más claras diatribas que en este libro se encuentran. Los personajes y sus conversaciones epistolares son ficción, pero no así su discurso: era el pretexto para atacar la marginación de las mujeres, la política absolutista, las pocas libertades de los ciudadanos y una aristocracia corrompida. Montesquieu se autonombró escritor político, con la justa razón de nunca haber descuidado lo literario de su expresión y lo analítico de sus posturas. En este clásico del pensamiento francés, la sensibilidad está empeñada en mostrarnos, entre otras cosas, lo que siente un eunuco por las mujeres de su harén; lo que piensa un oriental del mundo occidental; el esfuerzo de un ciudadano europeo por apartarse de su realidad para buscar comprenderla y hablar de ella como sólo puede hacerlo un extraño.