Nadie enciende una lámpara para esconderla detrás de la puerta: el objetivo de la luz es dar más luz, abrir los ojos, mostrar las maravillas a su alrededor. Nadie ofrece en sacrificio lo más importante que posee: el amor. Nadie pone sus sueños en manos de aquellos que pueden destruirlos. Excepto Athena. Mucho tiempo después de su muerte, su antigua maestra me pidió que la acompañase hasta la ciudad de Prestopans, en Escocia. Allí, aprovechando una ley feudal que fue abolida al mes siguiente, la ciudad concedió el perdón oficial a ochenta y una personas y a sus gastos ejecutadas por practicar la brujería entre los siglos XVI Y XVII.