El arte de Piet Mondrian representa la contribución más revolucionaria a la percepción plástica en relación con la realidad. Sus primeras obras participaron de la tradición paisajista holandesa y de su interés por los efectos lumínicos. El conocimiento de la obra de los pintores posimpresionistas cambió por completo sus antiguas nociones sobre el color, cuyo tratamiento abordó a partir de entonces de manera mucho más audaz. Tras completar las obras de Picasso y Braque, decidió adaptar los preceptos del cubismo, interesado en reducir las formas individuales a una fórmula general y la reducción del lenguaje pictórico a sus elementos básicos. Este estilo, nombrado por él mismo como neoplasticismo, pretendía alcanzar la objetividad real liberando a la obra de arte de su dependencia de la percepción individual momentánea y del temperamento del artista. La plástica es una evolución continua, que sólo es posible a través de la creación continua y Mondrian mostró la dirección por la cual los artistas del futuro debían de conducir a la humanidad, él sabía que la vieja era, de las telas pintadas y los ornamentos, tocaba a su fin. El artista del futuro sería un nuevo modelador de formas plásticas, siendo a la vez pintor, escultor y arquitecto.